Mi tía Sabas López Ruiz (10 de Febrero de 2022)…

Mi tía Sabas López Ruiz (10 de Febrero de 2022)…

 


Este es el mejor regalo de cumpleaños que me he podido dar hoy, visitar a mi familia por parte de mi abuela Carmelina López Ruiz, y recordar esos momentos cuando era niño y ella hacía que me rodeara de todos ellos y de toda esta fraternidad. Mi tía Sabas, la última matriarca que queda de los López Ruiz, hija de Prisciliano López Durán (hermano de Prisca López Durán, la madre de Aída de Zubiría López) y de Priscalina Ruiz Morelos, nació el 25 de diciembre de 1927, 21 años menor que mi abuela Carmelina, quien nació el 19 de marzo de 1906, ya que ella era la mayor de todos sus hermanos y hermanas. Mi tía Sabas me contó hoy asuntos que no sabía y otros que no tenía muy claros, como el segundo apellido de su padre, por ejemplo. Tantas cosas, tanta magia, tanta metafísica de la vida cotidiana, del diario vivir.

 

Todas ellas llegaron de San Antero, hoy pertenece al departamento de Córdoba, y se radicaron en Cartagena. Dice mi tía que ella llegó aquí cuando tenía 7 años de edad, es decir, en 1934 (en ese momento mi pariente Rogelio Támara López era gobernador de Bolívar), sin embargo, mi abuela Carmelina fue la primera que llegó, después se vino mi tía Sabina López Ruiz, y después llegó ella con sus otras hermanas, es decir, con mi tía Manuela, Neyla y Gertrudis, también José y Lorenzo López Ruiz, aunque después, José López Ruiz se regresó y se radicó en Montería. Ellas vivieron en primera instancia en un barrio que existía por el sector amurallado, donde hoy queda el parque de la Marina, y que se llamó ‘Pueblo Nuevo’ en toda la Avenida Santander, así como también estuvo un barrio llamado ‘Pekín’; después, se fueron a vivir al Papayal, aquí en Torices, y mi tía Sabas se casó en 1948, el mismo año en el que mataron a Jorge Eliecer Gaitán, ella recuerda ese momento, y que fue una locura y también dice por qué lo mataron y todo, estaba enterada, y que bueno escuchar esto de primera mano con alguien que vivió esa circunstancia.

 

Me cuenta que ellas trabajaban en la Fábrica Dager, donde hacían camisas en aquel entonces, porque mi abuela y sus hermanas tenían la habilidad para coser con máquinas, sabían confeccionar, por eso mi madre también dice que sabe utilizar la máquina de coser. Cuenta mi tía Sabas que ellas caminaban bastante, que alguna vez se fueron caminando hasta los lados del Bosque o Bruselas desde el Papayal, y se regresaron también a pie, estaban cobrando por esos lados un dinero con mi tía Manuela que les brindó un raspa’o durante la trayectoria. Y que todos los días para trabajar en la Fábrica Dager pasaban por Chambacú cuando este era un barrio, después mi tía Sabina compró una casa en La Loma del Diamante transcurriendo los años 50’, le siguió mi abuela Carmelina porque vivían en el Papayal y también compraron la casa donde hoy vivimos, así pasaba toda la familia López Ruiz después en La Loma del Diamante.

Después, mi tía Sabas, y Neyla y Gertrudis y Manuela y Lorenzo, se fueron a vivir a lo que hoy conocemos como Pablo Sexto Primero, en las faldas de la Popa, hoy es una familia numerosa que han salido de los López Ruiz, allá estuve hoy, y debo ir con más constancia, la verdad es que es agradable estar allá, porque cuando mi abuela vivió en algunos momentos en Pablo Sexto Primero, mi tío Sebastián me llevaba porque mi abuela me quería ver, entonces me aprendí el camino, y un día, yo me presenté donde mi abuela, tenía como nueve años, entonces me preguntaron que con quién había llegado y yo dije que conmigo mismo, que yo sabía el camino, y mi abuela sintió un regocijo, porque lo observé en su sonrisa de oreja a oreja, muchos quedaron sorprendidos ya que fue un atrevimiento de mi parte, y para mí era normal cuando para los adultos era algo terrible, hasta después mi tío Sebastián estaba cagado de la risa, ya que lo llamaron por teléfono para que me fuera a buscar, ya que obviamente no me iban a dejar regresar solo aunque eso era lo que yo quería, regresar solo, y mi abuela se reía y me cogía el brazo y decía: “¡Ya él es un hombrón, mira cómo le pesa el brazo, ajo muchacho!” Y yo me las creía, ¡Je! ¡Je! ¡Je! Por eso es que ya grande yo sí me creo mis papeles, y ha dado resultado, aunque todavía no soy multimillonario en dinero, pero sí he ido lejos con mi arte a pesar de mi corta edad de 33 años hoy. Y bueno, la verdad es que me hacía falta y quería que se regresara para La Loma del Diamante, y así fue, pasaron algunos días y noches y ella regresó. Entonces, así mis mayores, ya observando las cosas que me atrevía hacer tan niño, podrían visionar los alcances ya como adulto.

 

También me corrobora mi tía Sabas que mi abuelo Sebastián León Fernández cuando fue policía tenía el grado de Teniente, y que le gustaba hacer tiros, por ahí tenemos un diploma de 1945 sobre un reconocimiento que le hizo la Policía. Que también era amigo de Rafael Fontalvo, el cual tenía el grado de Capitán en la Policía, así como de un Coronel, y que todos ellos eran amigos del alcalde del momento en Cartagena que tenía por apellido Badel, porque todos los policías eran amigos del alcalde. Que a mi abuelo cuando estaba borracho le gustaba la pelea y convidaba a boxear, que un día fue a tomar a Pablo Sexto Primero donde sus cuñadas y cuñado, y cuando ya se venía para la Loma del Diamante, bajando estaban pavimentando la vía del Paseo de Bolívar porque iban a inaugurar este sector, entonces que se le dio por voltear el trompo donde estaban haciendo la mezcla de cemento, ¡Je! ¡Je! ¡Je! Recordar que mi abuelo era simpatizante de Fidel Castro, seguramente tenía sus razones contra el sistema, o quizá no estaban echando las bolsas de cemento completas, de algo se habrá tenido que haber dado cuenta. Seguramente era una manera de protestar.

 

Algo que a mi abuela y a todas sus hermanas les gustaba y le gusta a mi tía Sabas, es el bocachico, digo yo que por eso han durado tantos años, de tanto comer bocachico, como Priscalina Ruiz Morelo que duró 110 años, aunque también le gustan otros tipos de pescados, sin embargo, más el bocachico, y me cuenta que cuando estaban aún en el pueblo, ellas conseguían el bocachico recién pescado, fresco, original, de los botes; en realidad comer las cosas recién arrancadas como la yuca y el plátano y demás, así como comer pescado recién pescado, son fundamentales para la larga vida, eso decía también nuestro familiar Emilio Ruiz que ya murió y que fue albañil y les trabajaba a ellas el oficio. Para mi ellas son una metáfora, por sus canas, por sus maneras de vestir, por sus creencias, por su forma de criar a sus descendientes, por su gastronomía, por todas sus costumbres y dichos, que es lo que ha influido en mí con mucha fuerza y rigor. Y eso es algo tan sencillo, pero tan profundo, que yo todavía no logro asimilar la epistemología de estas escenas que me marcaron positivamente de niño, para así poder describirlas, no obstante, lo que sí puedo decir, es que ellas han tenido glamour, elegancia, dentro de lo sencillamente Universal.

 

En la fotografía de izquierda a derecha, mi tía Sabas; el cumplimentado y, mi hermanita Jéssica, que la llevé para que cuando ella tenga la edad que hoy tiene mi tía Sabas diga y cuente a futuras generaciones que ella conoció a mi tía Sabas.

 

Por José Antonio Támara León.

 

El Escribidor de La Loma del Diamante.

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