Dar a quien no se debe dar...

Uno no debe entregar toda su nobleza, a personas que no valoran nuestra humilde persona. Es un error craso entregar uno su ser, su integridad, a una persona embrutecida, prepotente, con falsos orgullos, que temperamentalmente hoy está en el polo norte, y mañana está en el polo sur. Que confunde nuestra hermandad con no quererse a uno mismo. Que se aprovecha de nuestra filantropía para manipular, para controlar. Pero más allá de todo nuestro raciocinio e intelecto, está la sensibilidad de querer ayudar a este tipo de seres obstinados en su falso criterio, tiene que haber un gran amor para uno como tal resistir tantos atropellos, porque uno se basa en que esas personas necesitan ayuda emocional, y por ende no logran comprender lo que uno comprende, pero ¡qué va! Esas son excusas para joder la vida.

Entonces hoy tienen agarrado a Dios por las bolas, y se sienten más grandes que Raymundo y todo el mundo, y a ti te trata con una negligencia, despectivamente. Pero mañana son los más inseguros del mundo, y lloran y lloran y lloran, y cuando tú empiezas a ser medio duro, entonces parecen una María Magdalena y llenan el río Magdalena con su llanto, y así sucesivamente, ¡Qué enfermedad tan triple hijueputa! A veces uno no sabe si ser compresivo, o mandar a la mierda. Pero lo más razonable para uno, es que uno debe gaznatear a ese tipo de personas, para que no cojan a uno de soda, de juego, para que respeten, y si la gaznatada es seca, pues, muchísimo mejor. A veces pienso que quieren volver a uno loco, o son sádicas, o masoquistas, porque creen que son egoístas con uno, pero son egoístas con ellas mismas.

Les gusta que tú les rindas pleitesía, y si te mantienes en ese cuento, entonces se crecen, pero no es que tú quieras rendir pleitesía, lo que pasa es que tú eres amable, y confunden esta amabilidad con pleitesía, pero a ti esa palabra ni te interesa, porque tú estás siendo tú. Tu problema es ser demasiado comprensivo, comprendes que este tipo de personas tienen demasiados complejos, más marcados que los tuyos. Nunca les han dado seguridad, y cuando tú le has dado seguridad, y les has ayudado creer en sí mismas, entonces te tratan como a un culo, sin embargo uno en su inteligencia dice: pero ¡qué locura! Los pájaros tirándole a las escopetas. Sin embargo tú te mantienes ahí, analizando el asunto, alimentando su falso ego, no quieres ser duro todavía, de hecho, no quieres que eso nunca pase, no quieres que esa persona se estrelle, porque no te agrada la idea de que se desplome, después de haberle subido la estima, pero resulta que la estima se subió más de lo debido, y dejó de ser autoestima para convertirse en ego u orgullo falso. Lo más irónico es que ese ego u orgullo falso se marca es contigo, con su creador.

El asunto es que, jamás habías sido duro, una parte que esta persona aún no conoce de ti, tu determinación, tu ausencia, porque no hay como tu presencia para esa persona, porque ya no estás ahí para alimentar su ego u orgullo falso, disfrazado de autoestima, porque en su corazón no hubo una verdadera humildad. Así que te retiras con tu trascendental pensamiento, y luego, empiezan a buscarte, no te interesa, y el llorar y el llorar y el llorar es intenso para esa persona, sus lágrimas no te convencen, sus palabras te saben a vómito, comprende ahora quién eras tú y eres tú. Y esta es tú última lección para esa persona, para que aprenda a ser humilde.

De Antonio Támara León.

Escribidor y Poeta.