Para mi eterno amor, Milcal...

Quiero tener un eterno amor, y que ese eterno amor me tenga.
Quiero que nuestro amor no sea oculto, que no sea secreto, porque te quiero para la eternidad.
Quiero llevarte de la mano Milcal, por todas las avenidas y calles y plazas y parques y lugares habidos y por haber.
También poderte dar un beso que me nazca darte en algún instante que un público observe.
Quiero entrar por la puerta de tu cuerpo cuando la toque, y luego salir cuando me vaya, y que tu puerta esté disponible siempre para mí.
Quiero que tu desesperación apasionada sea por mí, para que mi afán desesperado y fervoroso sea por ti.
Quiero que me escuches, no quiero que me grites, ni que me ofendas sin ningún motivo, y tampoco con motivo.
No quiero que seas esclava ni de mí ni de nadie ni de tus tormentos internos.
No quiero rogarte amor, Milcal, eso ni pensarlo, porque tú eres yo y yo soy tú a la inversa, somos recíprocos, somos correspondidos, somos uno.
Quiero un eterno lugar íntimo para ti y para mí, donde nos consumamos diariamente y nochemente.
Y que disfrutemos esa intimidad plenamente sin que nadie nos interrumpa, sin complejos mentales, y que cada día y cada noche nos fusionemos más y más.
Y que en ese lugar conversemos, y leamos, y durmamos y comamos toda comida necesaria para nuestro gozo.
Milcal, te quiero libre, porque si tú eres libre yo soy libre, y nuestro amor es libertad.
Quiero acostarme contigo y despertar contigo todas las noches y las mañanas de toda nuestra eterna vida.
Que preparemos un desayuno o un almuerzo o una cena.
Que miremos una película y escuchemos música.
¡Qué nos abracemos y besemos!
Que también escríbamos nuestra historia en un diario.
Quiero que vivamos tú y yo en nuestra casa, y que luchemos tú y yo, y que tú me levantes cuando caiga y yo te levante cuando caigas.
Que tengamos hijos o hijas, y que también nietos y nietas, y bisnietos y bisnietas, y tataranietos y tataranietas, y que tengamos todo un gran árbol genealógico, Milcal, ¿Qué tal? ¿No te parece interesante? Bueno, ¡entonces no tardes Milcal!
Y que todo el universo diga: "Mira, allá va Milcal, la mujer de Antonio, su esposa solamente de él, su eterno amor."
¡Esa sería la realidad más poderosa de mi mente! ¡Y la de tu mente!
Y que cuando yo vaya por la calle digan: "Mira, allá va Antonio, el Poeta y Escribidor, el hombre de Milcal, y solamente de ella, su eterno amor universal."
¡Esa sería la expresión más bella del infinito! ¡El verdadero amor!
¿Qué quieres Milcal? ¿Ser libre o seguir en prisión?
Pero si mi prisión te hace libre, entonces:
¡Ven Milcal! ¡Ven y quédate conmigo!
De Antonio Támara León.
Escribidor y Poeta.

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