La Catedral de Notre-Dame...

No recuerdo haber leído a Víctor Hugo. Pero sí recuerdo haberme visto en mi niñez el Jorobado de Notre-Dame, en el cumpleaños de una amiga de primero de primaria, cuando estudiaba en los Pipiolos, no recuerdo su nombre, pero vivía en el barrio del Cabrero, en una casa interesante, de esas casas con historia republicana, lo cual puso más atractivo el ver la película donde salía Quasimodo.

No soy católico, pero eso no quiere decir que no admire su arte, su historia. Aún sabiendo que la reliquia llega a los 850 años, donde han estado grandes personajes de la historia de la humanidad, desde militares, hasta aristócratas que han dirigido el mundo. Quizá se piense y se diga: "bueno, ojalá se caiga toda Babilonia la Grande, todo su esplendor", y sí que es tremendo esplendor el de la Catedral de Notre-Dame. Es extraño ese incendio. Cuando vi por las noticias que estaba en llamas me pareció increíble. Ahora el mundo se centra en Notre-Dame, parecería el corazón del mundo en estos instantes, nadie concibe que esta maravilla mundial haya quedado casi que en cenizas. A muchos les entristece lo ocurrido, a mí también, para qué negarlo, ya que soy amante del arte, y más por su arquitectura llena de historia, una joya en el mundo, salvada en el siglo XIX por un verdadero Escritor, que elevó con las letras el más puro sentimiento, transmitido a sus coterráneos y no coterráneos, con el objetivo de proteger lo que hoy llamamos patrimonio histórico, que Víctor Hugo como todo un visionario entendió y comprendió, ese es el Escritor, un pensador que construye el espíritu de la humanidad, que con una idea transforma y hace trascender a todo un pueblo, porque el Escritor es quien tiene la capacidad de hacer reflexionar hasta al ser más malvado del mundo, con su prosa, con su verdadera genialidad, porque gracias a Víctor Hugo ha llegado la Catedral de Notre-Dame hasta nuestros días. Yo apoyo su restauración, porque es un lugar emblemático que enaltece la creación del ser humano, así como también digo que debemos proteger el patrimonio inmaterial de la humanidad, como lo son las culturas trascendentales, los aborígenes de todas partes del mundo, lo cual debe protegerse e invertirle como a Notre-Dame con su majestuosa obra de arte que ha alcanzado la excelencia con el transcurso de los siglos.

Alguna vez pensé en ver caídas las maravillas del mundo construidas por la mano del hombre, porque hay maravillas construidas por la mano de Dios. Y pensé en la furia del Magnánimo, cuando tome la determinación de restaurar este mundo, y destruir con las llamas todo lo que ha degenerado al ser humano, para levantar una nueva tierra bajo un nuevo cielo, y me causó compasión ese pensamiento, tanto, que le pediría al Magnánimo misericordia, para que deje intactas todas las obras de arte del mundo cuando venga toda su ira, que muestran la procedencia divina del ser humano, y que también engrandecen a su Creador, Al Mismo.

Recuerdo cuando supe en mis lecturas, que a las murallas de Cartagena de Indias le habían quitado un gran pedazo, un hombre sin la más mínima sensibilidad y sin ojo visionario, que veía las murallas como un estorbo, así como en los tiempos de Víctor Hugo vieron al arte gótico, como un obstáculo para la modernización, sin embargo, me atrevería yo sin temor a equivocarme, que quienes defendieron esta masacre contra las murallas, leyeron a Víctor Hugo con todo su gran intelecto moderno. Y gracias a los sabedores del arte y de la cultura, las murallas no fueron reducidas a escombros.

De todas maneras, si todos los monumentos quedan en la ruina, no deberá ser causa de nostalgia, porque eso nos enseñaría a saber desprendernos de las cosas materiales, que la humanidad en el transcurso de la historia ha construido con su espíritu.

De Antonio Támara León.

Escribidor y Poeta.