El verdadero padre del 'realismo mágico'...

Seguramente los intelectuales del Caribe colombiano han escuchado y leído a uno de sus genios escritores, nada más y nada menos que Álvaro Cepeda Zamudio. Pero pregúntele usted a varias personas del común por la calle, si ha escuchado o leído a Álvaro Cepeda Zamudio, pues, muchos le dirán que el único "escritor" del Caribe colombiano que conocen es a Gabriel García Márquez, es el que más venden las librerías tanto de primera como de segunda mano, ¡cómo si Gabriel García Márquez fuera gran cosa! Más ha sido la bulla que le han hecho, que su contenido, si la gente lograra ver lo que yo veo, entonces, caerían en la cuenta, que Gabrielito no era ni es para tanto. Dónde queda Manuel Zapata Olivella, Héctor Rojas Herazo con su personaje Leocadio Mendieta, Alfonso Fuenmayor que prácticamente está desaparecido de las editoriales, dónde queda Álvaro Cepeda Zamudio, Germán Espinosa, y alguien que murió hace poco: Roberto Burgos Cantor, entre otros. Cuando usted empiece a leer los libros de los anteriores mencionados, entonces usted se dará cuenta que lo del Gabo no es nada nuevo, tampoco su técnica era suya, y que esa supuesta imaginación no era ninguna imaginación, porque más imaginación tiene el que inventa un mundo fuera de este, como es el caso de 'La Guerra de las Galaxias', entre otras, ahí los tipos juegan con la imaginación, porque se inventan mundos, hasta lenguas. Pero lo del Gabo como él mismo lo llamó, fue: realismo. Y el realismo no es algo nuevo, el realismo mágico es de tiempos inmemoriales, es el mundo, es el universo. Por eso, yo invito a leer a los anteriores escritores del Caribe colombiano mencionados, y también los invito a escuchar nuestro vallenato tradicional, así somos aquí en nuestra tierra queridos lectores. Sin embargo, supongamos que el realismo mágico fue algo nuevo, por eso pasaré hablar con el verdadero padre del movimiento:
Definitivamente tú, Álvaro, eres el verdadero padre del realismo mágico del Caribe colombiano. Esa sintaxis, esa semántica. Esa forma tan trascendental que dan ganas de leerte y releerte, una y otra vez, una y otra vez, estilo único, solamente tuyo. Por ahí estuve leyendo tu librito de "La Casa Grande", me tardé de dos a tres horas en devorarlo, es que uno se sumerge tanto que uno quiere encontrar más y más, lástima que tiene fin, porque si no lo tuviera, estaría todavía sumergido en tu historia, y no tanto por la historia, sino por la forma de narrar, que un 'amigo' tuyo quiso imitar, con la diferencia que aquel no le puso el toque tuyo, porque es que el toque tuyo es solamente tuyo, y por más que quieran imitarlo, tu toque es tu toque. Por eso es que aquellos que elogian a tu 'amigo' Gabriel García Márquez cuando tratan de imitarlo al escribir, se va perdiendo la pureza, porque muchos seguidores del Gabo imitan su manera de escribir, que a su vez el Gabo imitó tu manera de escribir, que es una versión desmejorada de tu estilo, por ende, si un tercero imita al segundo, entonces sería una versión redesmejorada de tu estilo viejo Álvaro. De hecho, un gabista me prestó tu libro, para que le ayudara ver lo que él no logra ver. Sin embargo yo digo, que esos son asuntos por ahora inefables, y que cada persona debe descubrir, porque yo tengo la idea en la mente, pero aún no logro encajarla en las letras, por eso digo, que por el momento, cada persona debe descubrirlo y darse cuenta. Lo que sí hay que reconocerle al Gabo, es su astucia para unir todo lo que otros hicieron, y hacerla parecer propia, además porque era entrón y tenía la capacidad de codearse con la élite, bueno, su manera de sobrevivir no la critico, pero sí haber engañado a todo un pueblo lector y traicionado a sus verdaderos amigos, o bueno, no a todo un pueblo, pero sí a la gran mayoría. Como me dijo ayer un señor, de que el tal Nobel del Caribe colombiano compró varios derechos de autor, definitivamente eso es un autoengaño, una falta de respeto hacia uno mismo, cosa que a los comerciantes poco les interesa, porque les interesa es ganar y ganar, porque no tienen humanidad, y les da lo mismo ser autor o no, porque no entienden y mucho menos comprenden el valor intrínseco del asunto, aunque él decía que tenía distinto estilo para cada tema.
Álvaro, yo no sabía que tú habías vivido durante cuatro años en Ciénaga, por allá cerca donde ocurrió la masacre de las bananeras, y esa magia como la cuentas, se nota que a ti de niño sí te empaparon muy bien en el asunto, porque a la edad de seis años te fuiste para allá, y regresaste a tu Barranquilla a la edad de diez años, eso es lo que he investigado, además que tu padrastro era de Ciénaga, seguramente te contó todo lo ocurrido de la "A" hasta la "Z", entonces tú le pusiste tu toque, y eras tan digno que a la zona la llamaste por su nombre, y no dejaste ir a Sevilla, que aparece en tu casa grande. Si te contara que estuve buscando a Sevilla en el mapa, y muy cerca encontré un pueblito que se llama Macondo Magdalena, cerca también del Prado Magdalena. Pero bueno, me di cuenta que le enseñaste unas técnicas al Gabo, por lo que veo, pero ¡que lástima que se las hayas revelado a un tipo egoísta y arribista y traidor!, que no tenía ningún compromiso con la humanidad, por eso su literatura no tiene nada en la bola como muchos académicos piensan, que se sienten más académicos porque hablan bonito del Gabo.
Lo bueno es que tu primer libro de cuentos "Todos estábamos a la espera" lo sacaste antes que el Gabriel García Márquez sacara el primero de sus libros. Aquí puedo demostrar que primero fue Álvaro que Gabo. Además que antes de la publicación de tu primer librito, ustedes hace años que llevaban conociéndose, para saber cuántas ideas les tiraste, es que como tú tuviste tanta creatividad, a ti te sobraban, por eso no te importó regalar algunas. Por ejemplo, a ti era el único que se te ocurría esta: "Águila, sin igual y siempre igual." Eslogan con historia y con vigencia, ya esto va para la eternidad. Y aunque no me vayan a pagar esta publicidad, me interesa escribirla, para que la gente se vaya dando cuenta de quién eran las ideas, y quién en verdad es el padre del boom. Para que vean que el Gabo no tenía la capacidad creadora para tanto, el del boom eres tú, e injustamente te echaron al olvido, pero aquí estoy yo, para darte a conocer, y ojalá no termine malogrado como tú viejo Álvaro, para poderte homenajear hasta la vejez, y lograr que te publiquen, y que te den el premio Nobel póstumo, o que el Nobel que le dieron a Gabriel García Márquez lo compartan contigo, pero bueno, por lo que entiendo de ti Álvaro, es que tú no buscaste fama ni gloria, por eso le mandaste al Gabo todos tus manuscritos, perdón, quise decir, por eso le mandaste muchos de tus libros en una caja hasta Aracataca, cuando, 'contado' por el mismo Gabo en Vivir para contarla, otro parampampan que escribió tu amigo, Álvaro. Y entre esos libros le enviaste también a Faulkner y a Hemingway, porque tú estuviste en Estados Unidos viviendo un buen rato viejo Álvaro, y ¡Cómo no conocer a Faulkner y a Hemingway! ¡Hágame el favor! Definitivamente tú ilustraste a ese tal Gabriel García Márquez, y el muy desagradecido te tiró al olvido, cuando tú fuiste su Maestro, y no te mencionó mucho ante el mundo, porque después el mundo se la pillaba. Sin embargo, dice la Biblia: No hay nada oculto bajo cielo y tierra que algún día no llegue a saberse.
¡Cuánta pureza en una novela tan breve! Tanto en el espíritu, como en la forma. ¡Cuánta honestidad! ¡Cuánta sensatez! ¡Cuánta humildad y sencillez! No es avara, ni suena a decir: "quiero un Nobel, o un premio, o poder, o gloria", no, no suena a buscar eso Álvaro, porque esas son cosas falsas del mundo en el que vivimos, son cosas banales y superfluas, porque, qué es un Nobel, como ya lo he dicho varias veces, una falsa propaganda de inventores de armas. Pero bueno, el que quiera ver que vea, y el que no, que haga como el avestruz.
Tan mágica es tu historia Álvaro, que hubo un momento en ella que me trasladó a mi niñez, cuando iba a la tienda de mi abuelo por ahí por la calle de la Universidad de Cartagena en el sector amurallado, y entraba y me pegaba un olor a historia o anécdotas, el mismo olor que me produjeron tus letras. Y te quiero contar algo, a pesar que ya he escrito once libros y un ensayo, que te he cogido algunas cositas, y que actualmente te conviertes en mi nuevo Maestro.
De Antonio Támara León.
Escribidor y Poeta.

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