Para Yolima

Yo tenía de seis a siete años. Cuando en una noche, una de las noches más bellas de aquel entonces, apareció ella: Yolima. Yolima era y es mayor que yo, si mal no estoy, por un año, eso creo, pero bueno, no importa si no recuerdo su edad, lo que importa es recordar lo que viví con Yolima en esa etapa de mi niñez. Era una noche cuando ella llegó con su hermano mayor, él iba a buscar a su novia a la casa de Betica, ahí donde yo vivía con mi madre, y la novia del hermano de Yolima es amiga de mi madre, y vivíamos ahí, donde Betica, entonces yo salí al portón y la vi, fue amor a primera vista, por lo menos de mi parte. Entonces Yolima pidió agua y yo fui el propio para dársela, entonces le busqué el agua y todos observaron como la miré, y ella se dio cuenta también, que me enamoré de Yolima. Así que bebió el agua y se lavó sus manitos, y yo quedé encantado, y desde ese entonces yo pasaba pensando en Yolima. ¡Yolima! ¡Yolima! Y, ¡Yolima! Parecía como si ese hubiera sido un lazo más fuerte para que el hermano de Yolima y la amiga de mi madre fortalecieran su amor, de hecho, sé que llevan más de veinte años juntos, ¡cómo pasa el tiempo!
Así que Yolima iba casi todas las noches, yo no sé si Yolima estaba enamorada de mí, lo que si sé es que me quería de alguna manera. Y de cierta forma fuimos noviecitos amiguitos, al parecer fue la primera novia que tuve, no recuerdo otra, por lo menos yo estaba convencido que era mi novia. Así que me la traían y también yo iba a la casa de Yolima, a mí me gustaba ir a la casa de ella, allá donde los suegros y los cuñados. Y lo más bonito era que Yolima me atendía bien, estaba pendiente de mí cuando iba a su casa, y me dejaban por allá y después me iban a buscar. Ella manejaba muy bien la bicicleta, y me estuvo enseñando a manejar bicicleta, ¡qué bella! Me quiso enseñar a manejar bicicleta.
Un día íbamos caminando todos, todos en pareja, iba el hermano de Yolima con su novia, iba Jairo Delgado Ríos y Esther, y también iban los niños, es decir: Yolima y yo. Y yo le decía a Yolima: "Dame un bechito" y ella me decía: "¡Ño!", pero en el fondo ella sí quería darme bechitos, lo que pasa es que le daba pena con los mayores. Recuerdo que un día iba a besarla a la fuerza delante de los grandes, y ella aparentemente opuso resistencia, para que los grandes creyeran que oponía resistencia, pero en el fondo a ella le gustaba que le diera bechitos. Para mi niñez fue algo beío, indescriptible, sólo lo recuerdo y siento que en aquel entonces vivía lleno de felicidad porque Yolima me correspondía. Recuerdo que una vez se la monté a mi mamá, porque quería ver a Yolima, y mi mamá me decía: ¡Ya ella viene! ¡En la noche la traen! Y le preguntaba a mi madre: "Y a qué horas viene Yolima, y cuándo viene Yolima." A veces íbamos a playa, mi mamá nos llevaba, ese día me dejaron a Yolima todo el día, y yo estaba bien contento, tenía una sonrisa de oreja a oreja. Me gustaba agarrarla de la mano, y jugábamos, y la invitaba a comer dulces, recuerdo que mi tío Sebastián León López una vez que llegué de playa con Yolima, él me regaló doscientos pesos, y con eso la invité a comer gomitas. Yo quise mucho a Yolima, era mi felicidad, lo que no recuerdo fue cuánto tiempo duramos juntos, y ahora caigo en cuenta que no recordar el tiempo que duramos es algo sabio, porque qué carajos importa cuánto llevamos, lo que importaba era sentirse lleno al lado de lo más lindo para uno, a uno de niño no le importa el tiempo, sólo vive y ya.
Recuerdo que una vez mi madre me compró unos zapatos de foquitos, y yo andaba corroncho con esos zapatos alumbrando la oscuridad, y a Yolima se le cayó una moneda en la oscuridad, y me decían: "¡Alúmbrale con los zapatos!" y llegaba yo y pisaba y los zapatos alumbraban, era pura mamadera de gallo. Pero bueno, en estos días me acordé de ella, pero nunca la he olvidado, porque fue algo muy bonito de mi niñez, una grata experiencia tierna e inolvidable. Y había sido ingrato de mi parte como escribidor y poeta no haberle dedicado un escrito a ella. Lo que no recuerdo fue como terminó todo, pero pienso que fue porque nos distanciaron, no había quien me llevara a su casa, y tampoco quien la trajera a la mía, y nosotros estábamos demasiado niños como para buscarnos. No sé si ella me recuerde o se acuerde de mí. Yo la recuerdo bellamente, y no la conozco de grande, nunca más nos volvimos a ver, es decir, el recuerdo que tengo de Yolima es el de una niña de aproximadamente ocho años, y ahora debe ser toda una mujer de treinta años. Y durante la trayectoria de mi vida siempre me he preguntado: ¿Qué habrá sido de la vida de Yolima? Ese nombre me encanta: ¡Yolima! Me gustaría conocerla de adulta, porque llevo más de veinte años sin verla, y lo más irónico es que vivimos cerca, como a cinco o seis cuadras. Una vez pregunté por ella a un amigo que vive por ahí cerca, y me dijo que tenía hijos y que es hermosa. Me gustaría verla, para invitarla a comer dulces, gomitas, y para charlar con ella de nuestra bella niñez juntos.
De Antonio Támara León.
Escribidor y Poeta.

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