Reflexión sobre Hamlet… (17/11/2’024)

Reflexión sobre Hamlet… (17/11/2’024)



Hamlet es un personaje que representa la esencia de una verdadera nobleza, la verdadera finura de un aristócrata, quizá de acuerdo a Hamlet se deba interpretar el tipo de gobernante aristocrático que profesaron algunos filósofos, como Platón o Aristóteles, entre otros. Aunque actualmente se interprete la palabra aristocracia como una clase soberbia que se siente merecedora de todo cuando en verdad no tiene las cualidades de Hamlet, por ejemplo, para merecerlo todo, porque es una aristocracia jactanciosa que vive del legado que le dejaron sus ancestros, que quizá las hazañas de aquellos ancestros le dieron el merecimiento para ser gobernantes, ya que no existía nadie más para ejercer ese cargo tan elevado que otorgan los dioses por tan excelsas cualidades. Cuando decimos que una persona del común y corriente tiene estas cualidades que seducen al espíritu de la humanidad, tanto a buenos como a malos, y decimos que esa persona tiene nobleza, nos referimos a que es como un Hamlet, sin embargo, en estos tiempos podría ser un insulto para un ser humano del común y corriente que le digan noble, porque es que aquellos llamados nobles actualmente no tienen esas perínclitas cualidades que enaltecen a una persona, al contrario, son arrogantes y la codicia y la avaricia los ha vuelto genocidas y guerreristas, por eso cuando se habla de aristócratas lamentablemente resulta estar este término dentro de un contexto denigrante, desprestigiado, más ruin que el del propio lumpen, rastreramente paupérrimo. Aunque, para salvar la verdadera concepción, podríamos decir que no se trata de una aristocracia, sino que de una pseudoaristocracia. En este caso, podríamos decir que Napoleón Bonaparte era más aristócrata que los propios aristócratas, por sus elevados nobles ideales.


Lo que William Shakespeare trata de decirnos es profundamente profundo, por eso no será suficiente mi reflexión, no obstante, será el comienzo para indagar más sobre el tema. Aquí encontramos una fuerte y penetrante retórica, que no debe confundirse con la charlatanería, porque se ha asumido equivocadamente que la retórica es sinónima de la charlatanería y viceversa. La retórica está llena de argumentos, de filosofía, de análisis, que nacen de uno mismo, en este caso, del ser de los personajes en Hamlet y del propio Hamlet. Cada uno es consciente de sus errores, reflexiona sobre ellos y se indigna de alguna manera sobre ellos, sin embargo es difícil corregirlos y cuando se trata de corregirlos es demasiado tarde, porque el ser humano se ha dejado llevar por el odio y el rencor, por el poder y los bienes efímeros que este mundo ofrece, no obstante, todas las almas giran en torno a Hamlet, por ser en este caso el alma más elevada en este drama, porque sus palabras están llenas de verdad, y laceran más que una aguja en el corazón, o más que agujas clavadas en los pulmones, donde cada uno se siente herido por su propia maldad, quizá no tanto por ejercer la maldad hacia un malo, más bien, por ejercer la maldad contra un alma modelada por los dioses como la de Hamlet, donde no parece existir maldad ni culpa alguna quizá, un ser basado sobre los valores morales, por eso tan lleno de valor de acuerdo al coraje, por eso tan valiente, porque para mantenerse firme dentro de los valores y principios morales y éticos hay que ser valiente, y eso solamente lo logran las personas que están talladas en lo más profundo de su espíritu por la ética. Por eso es Hamlet un verdadero aristócrata, un verdadero noble que estaría dispuesto a renunciar al poder y a la corona si no se siente merecedor de ella, porque encuentra más grandeza en renunciar a ella que en conservarla. Porque no le interesa obtenerla con la trampa o con la traición como lo hizo su tío Claudio quien es el asesino de su padre mancomunado de alguna manera con la madre de Hamlet.


El poder debe ejercerse por los más capaces, obviamente los más capaces en el conocimiento de lo público o dentro del sentido común capaz de reformar lo público para bien, si hay algo en lo público que está fallando se reforma para el bien de todo un pueblo o nación. Y estar en capacidad para ejercer el poder no es solamente lo anterior, sino que estar en capacidad para ejercer el poder requiere de una alta moral, de unos altos valores y principios, que es la crítica de Hamlet, porque muchos están preparados en los asuntos legales para manejar un Estado, mas no todos están preparados en lo ético. Ganar el poder con trampas y traiciones hace de inmediato a una persona incapaz para ejercer el poder, porque así será toda su gobernación, estará llena de corrupción, y hará perder la ética desde el menor hasta el mayor, normalizando las malas prácticas, haciendo de ellas regla y un estilo de vida, todo el mundo pisoteando a todo el mundo, acrecentando conflictos de todo tipo, políticos, económicos, sociales, porque cada quien aprendió del más alto jerarca la corrupción, porque matar a su hermano que era un buen gobernante con una alta moral, para así obtener su corona, a manera de un hurto y asesinato, y luego proclamarse rey de Dinamarca y casarse con la mujer de su hermano carece de dignidad alguna, que aunque sea también descendiente de la aristocracia y de la nobleza no lo hace un aristócrata o noble, sino que un ladrón y asesino. Es aquí cuando empiezan los más altos problemas psiquiátricos de una persona que induce a miles a la mitomanía, y le enseña a los demás a autoengañarse, así como él mismo se autoengaña. Por eso cabe preguntar: ¿Es esa la gloria? ¿Esa es la grandeza? Para nada, quien busca la realización de esa manera está alejado de los asuntos divinos, y por ende, de la grandeza y de la gloria, al contrario, personas con ese comportamiento producen lástima, porque están más cerca del desprestigio, de la evidente falsa realización.


Si en la actualidad existe un verdadero aristócrata como Hamlet príncipe de Dinamarca, estará escondido para que no lo maten. Porque ser aristócrata no es ostentar todos los blasones habidos y por haber, porque la historia de cómo se obtuvieron esos blasones es otra también, la mayoría otorgados por coraje, por batallas a muerte que hicieron dignos a aquellos que lo portaron, que se convirtieron en Caballeros, que participaron en órdenes militares, luchando por el territorio que recuperaron a fuego y sangre, y que luego se repartieron de alguna u otra manera. Es que estos asuntos más allá de aquellos que se vanaglorian por el abolengo, tienen una profundidad moral, que es la que rescata el elevado comportamiento de Hamlet, que no pisotea a los demás por su clase, porque la clase no la da el dinero mal habido, ni tampoco la clase la da descender de estos aristócratas que hicieron historia, no, la clase la da la ética, el buen comportamiento, esa es la clase. Que también la tiene el pueblo cuando tiene comportamiento ético. Que aunque se haya nacido por fortuna dentro de una noble familia, no es el subterfugio para pisotear al resto de la humanidad, porque entonces esta supuesta familia noble pierde su grandeza, esto lo entienden muy bien los verdaderos nobles, por eso es posible que William Shakespeare haya sido uno de ellos. Aunque se dice que Shakespeare firmaba obras de otros como si él las hubiera escrito, dentro de esos se encuentra el Barón y Vizconde Francis Bacon, de quien se dice que le dio obras a Shakespeare para que las publicara con su nombre. Sin embargo, sea lo que haya sido, el personaje de Hamlet es un gran ejemplo de verdadera clase, de desapego a los bienes terrenales, a la falsa grandeza y falsa realización que vende este sistema de mundo macabro si el final es la muerte. Aunque hay muertes que tienen más glorias que otras, hay muertos malos y hay muertos buenos. Y Hamlet no es que quiera ser un muerto bueno, lo que pasa es que esa es su esencia, que por esencia misma llega a ser un muerto de los buenos, de aquellos muertos que tendrán un ejemplar juicio y que seguramente y que sin lugar a dudas es digno de la resurrección en el paraíso. Y aunque para Hamlet el juicio de los muertos pueda ser una superstición, es el honor de morir habiendo hecho todo bien y que las futuras generaciones tomen ejemplo del verdadero comportamiento que debe tener un ser humano, que tampoco sea el disfraz de una falsa ética. Al final, Hamlet muerto se convierte en ser merecedor de ser un símbolo, un símbolo de la pureza, del buen comportamiento a seguir, no solamente por el pueblo, sino ejemplo también para aquellos que pretendan dirigir o liderar o guiar a los pueblos. Por eso Fortimbrás le rinde el mayor de los honores y reconoce que Hamlet pudo haber sido un gran monarca, alejado de cualquier tiranía.


Porque la aristocracia no es aquella que ha nacido de Don Pelayo, o de Carlomagno, o de Constantino, o de Julio César, o de Alejandro Magno, o del rey David, o de cualquier Faraón de cualquier dinastía, porque puede que eso sume o no sume, porque si es para ensoberbecerse no tiene gracia y no suma, esto suma cuando se renuncia a las riquezas del mundo y cuando se persigue un verdadero ideal como lo hizo Jesús Cristo cuando el Diablo le ofreció todos los reinos del mismo. Porque qué es la Tierra que no tiene culpa de este sistema de mundo en comparación con la inmensidad del universo, y aún más, con el reino de los cielos inimaginables. Si bien, los anteriores mencionados fueron hombres ambiciosos en el sentido bueno de la palabra, es decir, su objetivo era noble, su misión era una obra de arte, hacer un mundo diferente, como el mundo que desea Hamlet, un mundo sin engaño, sin traición, sin mentiras, donde la trampa no sea el ejemplo, donde la humanidad entienda que adquirir las cosas de una manera injusta no tiene gloria, no sirve de nada en realidad, denigra al mismo ser, no es la verdadera grandeza… Y recuerden que cuando uno lee un libro, o un periódico, o una revista, o un artículo, o hasta uno frase profunda, uno no volverá a ser el mismo, lo digo por experiencia, porque la experiencia no se improvisa.


Atentamente, El Escribidor de La Loma del Diamante.


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