El Imperio de Brasil de 1’822-1’889… Reseña (17/09/2’024)

El Imperio de Brasil de 1’822-1’889… Reseña (17/09/2’024)


De todos los libros que he leído a los que les han dado este tipo de premios, en mi opinión personal este se lo tiene bien merecido. Me agrada su narrativa, además porque no se parcializa y conserva el equilibrio, bueno, esa es su manera. Juan VI de Portugal, de la casa real de Braganza, se lleva toda su corte para Brasil huyéndole a Napoleón, por lo que Napoleón dice que fue el único que pudo engañarlo. Al parecer a Juan VI no le gustaba el derramamiento de sangre, entonces prefirió irse para una de sus más grandes colonias. Fue algo inteligente porque Napoleón no era para toda la vida, y después Juan VI gobernaba a Portugal desde Brasil. Fue el único rey de Europa que se fue a vivir a sus colonias y a gobernar desde ellas, algo que no gustaba mucho a los portugueses porque no soportaban que desde una colonia se gobernara al país conquistador.


Juan VI se llevó a sus hijos muy niños, y se criaron como brasileños, uno de ellos era Pedro, que montaba a caballo y se paseaba por todos los campos con su hermano Miguel que dicen que era producto de la infidelidad de su madre Carlota Joaquina Borbón a Juan VI, algo que Juan sabía pero que no quiso hacer un escándalo y entonces lo crió como su propio hijo. Pedro y Miguel se paseaban por la selva de Río de Janeiro, y Pedro se rodeada de todo tipo de gente de todas las clases sociales, ricos y pobres y esclavos, aristócratas y nuevos burgueses que nacían como nuevos comerciantes. Pedro observaba los dos mundos y aprendió a querer a todos los brasileños sin tener ninguna distinción, tanto que no le importó cuando llegó a ser Emperador otorgar títulos nobiliarios a personas del vulgo que no eran de su clase social y que además no tenían ningún mérito para recibirlo, algo que irritaba a la verdadera aristocracia porque los hacía sus iguales. Pedro de Braganza y Borbón, quien tenía dentro de sus ancestros a Luis XIV, a la mal llamada Juana “La Loca” y sin lugar a dudas a los reyes de León, por ende, a Carlomagno, lo que lo hacía pariente de toda la realeza Europea, aún más cuando se casó con Leopoldina de Austria, de la casa de Habsburgo, hermana de cual fuera mujer de Napoleón I y tía de Napoleón II. Así, de esta manera emparentaba Pedro I con Napoleón.


Juan VI tuvo que tomar la decisión de regresar a Portugal después de tantos años en Brasil, por presión del pueblo portugués que no querían ser gobernados desde Brasil, entonces Juan VI vuelve con toda su corte y la biblioteca personal que tenía más de 60 mil libros, así como con su archienemiga y esposa Carlota Joaquina que luego lo envenena. Deja Juan VI al príncipe Pedro a cargo de Brasil, ya Pedro tenía hijos legítimos e ilegítimos, y hasta se preocupaba porque no sabía cuántos hijos podía tener sin conocer, porque era un hombre mujeriego y seducía a todas las mujeres que podía seducir de su aldea, que hasta la cuenta había perdido, por eso es posible que una gran población de Brasil tenga sangre de la dinastía Braganza. No obstante, Pedro ya más adulto empezó a sufrir de enfermedad venérea, aunque esto no fue impedimento para dejar preñada a una monja que sedujo cuando regresó a Europa después de haber abdicado a favor de su hijo Pedro II. Pedro tenía ideas liberales y había crecido en un ambiente de libertad, le gustaba esa mezcla de fiesta indígena y africana, aprendió a apreciar la cultura y por eso fue un hombre sensible al igual que su padre. Seguramente Juan VI lo hizo a propósito, ya que de alguna u otra manera sentó bases para la independencia de Brasil, y dejó a Pedro que luego sin derramamiento de sangre independizó a Brasil de Portugal y él se convirtió en Emperador, creó un parlamento, aunque su imagen de mujeriego lo desdibujó sumado al sufrimiento que le causó a su esposa Leopoldina por su infidelidad descarada, tanto que a su amante preferida la nombró marquesa, algo que indignaba a todo el mundo, de todos los estratos sociales, desde pobres hasta ricos, aún más a la alta realeza Europea, porque a parte de haber independizado a Brasil, la monarquía absolutista europea lo odiaba por sus malos hábitos, en especial su suegro el Emperador de Austria, sin embargo la diplomacia y clase lo obligaba a ser circunspecto con Pedro, esta es la historia maloliente de Pedro, defecto que el narrador no oculta, sin embargo, también destaca sus virtudes, y eso es lo que me gusta del texto. Además porque Pedro se arrepiente de todo el dolor que causó a Leopoldina, y le pide perdón llorando como un niño, lo triste es que Leopoldina muere y se convierte en un símbolo en Brasil, y esta es una de las causas para que el pueblo después de tanto querer a Pedro le pide que abdique, aunque estando ya en Portugal y habiendo recuperado el trono para su hija, le piden que regrese.


Juan VI muere envenenado, y el heredero legítimo era Pedro, entonces su hermana lo proclama Pedro IV de Portugal, algo que dura menos de dos meses, porque los brasileños le exigieron que si era portugués o era brasileño, pero que las dos coronas no las podía tener al mismo tiempo, porque Brasil no quería volver a ser colonia de Portugal, aunque Pedro alcanza a hacer una constitución para Portugal declarando a Portugal como monarquía constitucional. Entonces Pedro I abdica la corona de Portugal a favor de su hija Maria da Gloria, sin embargo, su madre Carlota Joaquina usurpa el poder y pone a su hermano Miguel como rey de Portugal aboliendo la monarquía constitucional e implementa la monarquía absoluta, algo que pone energúmeno a Pedro, que más adelante recupera la corona para su hija, ya en ese entonces su madre Carlota había muerto como símbolo de la monarquía absoluta, y su hermano Miguel fue expulsado de Portugal por el resto de su vida, aunque los portugueses después lo querían ver muerto, por eso no perdonaron que Pedro lo dejara con vida. Pedro antes de abdicar en Brasil se casó con la hija de un hijo adoptivo de Napoleón, es decir, con Amelia de Beauharnais de Leuchtenberg con quien tuvo otra hija, y con quien pasó los últimos días y noches de su corta pero bien vivida vida.


Al final a Pedro I ya no le interesaba ser rey ni emperador, le cedió los poderes a sus hijos cumpliendo con el deber de su espíritu de soberano, sin antes dejar todo listo para que gobernaran con tranquilidad. Recuperar la corona de Portugal sí fue un chorrero de sangre, sin embargo, lamentablemente esa ha sido la historia del mundo, de este mundo, saciar al suelo de sangre a favor de la libertad, algunas causas verdaderas, y otras causas falsas disfrazadas de libertad. Total que Pedro hizo dar no solamente un giro al panorama político de América Latina (como lo hizo Simón Bolívar del cual duda no cabe de que también eran parientes y con las mismas ideas), sino que también al europeo, en este sentido se convierte en leyenda, en un héroe con grandes hazañas, y así convierte a su hijo Pedro II en el Arquitecto de la modernidad en Brasil, cual fuera un hombre ilustrado, políglota, estudioso, lector voraz, con una biblioteca que contenía más de 60 mil libros al igual que su abuelo Juan VI, y que se preocupó por aprender a hablar guaraní, el idioma indígena que se hablaba más en su momento, así como también hablaba hebreo y árabe y sánscrito, incluyendo los idiomas más hablados actualmente en el mundo. Era respetado por Nietzsche, a quien el mismo Filósofo de la metafísica catalogó como un gran erudito, y respetado por Richard Wagner, entre otros grandes del pensamiento y de las artes y de las ciencias de ese momento. Cuando renunció al poder en 1’889 por presiones políticas y egoístas de sus oponentes, se exilió en Europa hasta su muerte en 1’891, y en sus dos últimos años de vida nunca le interesó realizar conspiraciones para regresar al poder, no estaba en su corazón la sedición, ya que era un hombre de espíritu elevado, que no lo hacía un hombre del común y del corriente y por eso su comportamiento era superior, y es ahí donde radica la verdadera nobleza, más allá de los blasones y de los árboles genealógicos de los cuales muchos se ufanan sin heredar espíritus trascendentales que demuestren su procedencia venida de la misma divina providencia, por eso no tienen más nada que mostrar sino, que su vanagloria. Y recuerden que cuando uno lee un libro, o un periódico, o una revista, o un artículo, o hasta una frase profunda, uno no volverá a ser el mismo, lo digo por experiencia, porque la experiencia no se improvisa.


Por José Antonio Támara-León.


El Escribidor de La Loma del Diamante.


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