Lectura sobre libro de hazañas de Juan Facundo Quiroga, Argentino gaucho… (10/08/2’024)

Lectura sobre libro de hazañas de Juan Facundo Quiroga, Argentino gaucho… (10/08/2’024)


Domingo Facundo Sarmiento fue un argentino que nació en el año de 1’811, y cuando publicó este libro tenía 24 años, es decir, en 1’845. Uno lee la madurez que tuvo para ese entonces, donde los jóvenes de aquel momento ya eran viejos de mente, por el pensamiento, por la manera de razonar y de actuar, su objetivo era ambicioso de alguna u otra manera. Domingo ingresó a la masonería en el año de 1’854, y en el año de 1’860 ya había alcanzado el grado 33, que es el grado más alto que da la masonería. No era Domingo cualquier masón, era un hombre autodidacta y por ende ilustrado, que llegó a ser el máximo representante de la masonería en Argentina a nivel internacional con la masonería de otros países, entonces, podemos entender la influencia internacional de Domingo y su poder, que luego desde 1’868 hasta 1’874 llegó a ser presidente de La República de Argentina, momento en el cual se retiró de la masonería para dedicarse de lleno a los asuntos públicos.


Cuando leo a Facundo, me traslado hasta mi niñez, y me hace observar el pasado de los pueblos latinoamericanos cuando se rebelaron para forjar su propia independencia. Digo que me traslada a mi niñez, porque en aquel momento que fue mi presente, yo observaba en ese mismo presente un pasado, marcado por el silencio del entorno en el que viví, un silencio lleno de música, el sol, el día, el ruido y sonido de las cosas, el susurro de una voz, como si estuviera uno en el desierto, o en una hacienda en el llano más lejano, donde se escucha de repente a los caballos corriendo, para aparcar y tomar agua, el agua que oculta otra metafísica de la existencia, que nos muestra lo cotidiano, donde está la universalidad. En mi caso, el llegar de un carro o de una moto, ese silencio del mediodía que oculta una magia ancestral. Y me hizo entender, que aquel pasado, más pasado que mi abuelo paterno que me inspiraba al verlo un pasado más pasado que él, es un pasado que se remonta a lo que fue La Gran Colombia. Es prácticamente lo mismo, desde la Patagonia hasta México y lo que dejó de ser de él, porque más arriba, donde están los mal llamados Estados Unidos de América, fue conquista española que luego pasó a ser del país que hoy la ostenta.


Podríamos decir que como Facundo en Argentina, existen muchos en toda América Latina. Y aunque este apoyaba el federalismo del momento, quizá no por ideales, sino por hacer algo en la vida o en qué gastar el tiempo, se puede comparar éste a un Guadalupe Salcedo, o Emiliano Zapata, o un Pancho Villa, o un Tiro Fijo, o un Jacobo Arenas, no obstante, este último mencionado sí era un ideólogo, algo que no se podría decir de Facundo que era un gaucho de La Rioja, porque se muestra como ser siniestro, como el Rasputín que trabajó para los zares de Rusia. Podría decirse que Facundo es la combinación de un Martín Caballero en la manera de combatir, y un Rasputín en su psiquis. Es Facundo un hombre que mata sin compasión, sangriento, que intuye las mentiras, que intuye a los traidores, que los descubre, y que a causa de esto genera respeto, porque no es un tipo fácil al que se le pueda intimidar mentalmente, porque si alguien lo intenta, lo más posible es que muera con la cabeza cortada o del susto que genera su mirada. Por eso los federalistas del momento, lo vieron como un elemento que no había que tener como enemigo, sino como amigo, cuando Facundo después de haber estado preso y se fuga, logra sobrevivir ante las garras de un tigre, matándolo a puñaladas, momento en el que despierta en su ser su instinto de supervivencia, ese que luego le sirve como soldado al que ascienden a Sargento Mayor, y cuando observan su liderazgo y el respeto que genera en los subalternos lo ascienden a General. No le interesaba a Facundo el poder, simplemente vivir, lo demás le llegó por añadidura, no quería ser presidente, aunque fue gobernador y caudillo, fue utilizado pero no se sentía como tal, porque después los mismos que fueron sus copartidarios fueron sus asesinos, quizá no los materiales, sino los intelectuales, como Juan Manuel Rosas por ejemplo, que al haber sido asesinado Facundo después de tanta gloria que consiguió para el federalismo en Argentina, tuvo la marrullería de hacerle honras fúnebres haciendo de su entierro una gloria y de mostrarse indignado contra los asesinos materiales de Facundo los cuales terminaron fusilados en el patíbulo hasta que derramaron toda su sangre la cual quedó durante varios días para que la gente la viera y le quedara claro que a los grandes hombres o héroes de la patria no se les debe asesinar, y que cualquiera que lo haga es porque ya le hiede su propia vida sin importarle ninguna consecuencia.


Juan Manuel Rosas echa la culpa a los Unitarios de la muerte de Facundo, para así congraciarse, manipula a la opinión. Sin embargo, Facundo antes de morir y ya estando retirado, quiso apoyar a los Unitarios, de hecho en los bosques les dejó más de doce mil armas para que los Unitarios hicieran la revolución, definitivamente Facundo estaba loco, después de tanta gloria que le dio al federalismo quería quitársela, porque el hombre no buscaba ni fama ni gloria, cosa que sí buscaba Rosas, y que Facundo de alguna u otra manera quería eliminar, no porque él quisiera el máximo poder o mandar en Argentina, sino por otra satisfacción más plena para el ser humano que siente cuando mueren los cobardes que asesinan a muchos valientes y que no son capaces de gobernar entre las masas, sino que se esconden en sus oficinas a dirigir batallas, mientras que Rosas mandaba como General de lujo a sus tropas, Facundo como General las mandaba combatiendo con ellas en primera línea, no obstante, si usted busca la biografía de Rosas, encontrará que disfrutó de las luchas desinteresadas de Facundo y que tuvo larga vida, como todos los cobardes que sobreviven y gozan de los legados de los verdaderos héroes o de los que en realidad son valientes. En este sentido, a pesar de que Facundo se hizo rico y poderoso, no era esa su gloria como el respeto que generaba en la gente, amado y odiado, en cambio la gloria de rosas era otra, la gloria que alcanzan la mayoría de gente que se hace dirigente, y que respetan por haber sido presidentes, más no por el nombre que forjaron, que es más poderosa esa gloria que cualquiera otra efímera gloria que dan las cosas materiales.


Leer este libro me recordó las películas viejas de México, o las del viejo oeste, aquellas de vaqueros, más o menos es eso. Porque la personalidad del gaucho no es tan distinta de aquella de otros campesinos del continente, inclusive, no es tan distinta a las de los barrios populares de Cartagena, donde a veces la gente se pelea a machetazos, y últimamente con el sicariato. Y recuerden que cuando uno lee un libro, o un artículo, o una revista, o un periódico, o hasta una frase profunda, uno no volverá a ser el mismo, lo digo por experiencia, porque la experiencia no se improvisa.


Atentamente, El Escribidor de La Loma del Diamante. 


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