Salustiano Támara Mercado...

Salustiano Támara Mercado…


El de la izquierda, vestido de blanco, es mi abuelo José María Támara Mercado, nacido en Sincelejo el 8 de Junio de 1’924 (es decir, este año es su natalicio), y fallecido en Mayo de 2’005 en Cartagena. En Sincelejo le decían Salustiano. Fue Gnóstico de tercera cámara, diría yo que es como hablar del grado 33 de los masones. Por lo que sé sobre el tema, fue un hombre bastante entregado a esta secta. Compartí mucho con él, hablábamos cuando yo era niño, yo le hacía preguntas y me respondía afablemente, como por ejemplo de que su abuelo paterno se llamaba Narciso Támara Madrid, y que por parte de su madre su abuelo se llamaba Roque Mercado. Veíamos televisión hasta tarde y se quedaba dormido en la silla. A veces le ponía música, boleros, tangos, y música clásica, le gustaba Plácido Domingo y Daniel Santos, Tito Cortés, y otros grandes. Cuando me portaba mal me regañaba severamente, y cuando me iba bien en el colegio y me eximían se ponía contento y me felicitaba. Heredó una tienda de su padre que quedó por la calle de la Universidad de Cartagena, saliendo de ésta, diagonal a la derecha. Conoció muchas generaciones de universitarios que con el tiempo fueron referentes locales, departamentales y nacionales, hasta internacionales, como lo fue el Gabriel García Márquez que en sus tiempos de universidad frecuentaba la tienda para hablar cháchara. Así como también Raúl Gómez Jattin. Aunque fue amigo de Daira Galvis y de Adelina Covo, era del partido Liberal y cuando Serpa se lanzó a la presidencia de La República de Colombia varias veces lo apoyó, recuerdo que se leía un libro que escribió el susodicho en aquel momento.


Tenía un misticismo que todavía me llama la atención y que intento recordar para poderlo entender y describirlo, su presencia siempre me remontaba a un pasado más pasado que él. No cabe duda que por sus actividades tenía mucho que ver con la metafísica, algo que duda tampoco me queda de haberme transmitido de alguna u otra manera, ya que era un Maestro al fin y al cabo, que enseñaba con la palabra, y también con el silencio y la mirada lo decía todo, tanto para elogiar como para censurar. Le gustaba observar que yo no ponía pereque con la comida y que comía de todo, caballo de buena boca, y que me comiera las verduras como si fuera un bocadillo con queso. Sé que me extrañaba cuando regresaba a donde mi familia materna en La Loma del Diamante porque prácticamente me hacía falta la calle del barrio popular y pasaba una buena temporada sin verme, le preguntaba a mi primo por mí, y cuando mi madre pasaba por el centro para saludarlo, porque yo le hacía los mandados en todos los almacenes grandes que estaban en el Centro, a veces me llevaba a comprar para enseñarme y después me mandaba solo. A él le gustaba que yo me interesara sobre su vida pasada, como cuando le pregunté a qué edad vino a Cartagena y me dijo que a los 14 años, le llamaba la atención mi curiosidad, mi habilidad para andar en las calles sin ma’e ni pa’e, que a la edad de diez años me fuera solo en bus para Torices, bueno, a él eso tenía que decirle algo. No obstante, también era evidente que tanta libertad y habilidad para la calle era peligroso y no estaba alejado de la realidad, porque viví el bajo mundo, lo conozco, y lo entiendo, pero el bajo mundo no tiene culpa de ser así, es el resultado de malas políticas, de falta de oportunidades, de la opresión. Y como sabía de mis andanzas en pandillas, vivía preocupado y hasta molesto con mi padre, sobre todo cuando un día o una noche me apuñalaron en una pelea. Alguna vez me regañó que cuando cayera preso me cambiara el apellido, y yo le dije que bueno, con todo respeto, claro está, aunque me dolió, sin embargo, al parecer fue esa su idea, que me doliera para que entendiera, y luego comprendí que tenía razón y que no lo decía por maldad, era su manera, como con el paso del tiempo me he dado cuenta que también es la mía.


Tengo mucho de él, el carácter, el criterio, y cuando hablo de ralea, lo aprendí de él, en él escuché por primera vez la palabra ralea, y después se la escuché decir a un señor amigo mío y me llamó mucho la atención porque me hizo recordar a mi abuelo cuando hablaba de la ralea que no producía nada en la vida, que eran inservibles, así como cuando yo expongo a la ralea del lumpen de las bandas criminales de la politiquería, que compran votos para ser dirigentes y lo compran con la misma plata que se le roban al erario y que viven en su mundo de autoengaño de falso éxito y realización del oropel más puro y barato y corrupto (así eran los discursos de mi abuelo para conmigo, y también los de mi padre, definitivamente esa es la educación). Me inculcaba mucho la ética, los valores, me hablaba mucho de eso, de los principios, de la moral, y me lo decía como si fuera una orden que me estuviera dando, como si me estuviera regañando, y cuidado que no lo hacía porque era capaz de no hablarme nunca más, en el momento me asustaban sus palabras, y él observaba que en mi ser sus palabras causaban efecto cuando me lo decía porque hasta me ponía a llorar, era su técnica, su manera de inculcarme los valores, así de la misma manera es mi abuela, la madre de mi padre, seguramente también lo aprendió de él, y es lo que yo trato de inculcar al pueblo que necesita ser ilustrado y a los corruptos para que se arrepientan de su proceder o reflexionen, aunque al principio duela, con el tiempo lo entenderán. Y cuando me asustaba con sus palabras llenas de ética, al principio me confundía, no obstante, él ya tenía claro que en mí estaba causando efecto y que con el tiempo lo entendería y comprendería, y así ha sido, uno no lo entiende de inmediato, lo procesa con el tiempo. Aunque también depende de uno, si uno es buen hijo y escucha y elige el camino del bien, de la verdad.


Esta foto fue cuando mi padre se graduó de Derecho de La Universidad de Cartagena, mi abuelo lo acompañó, hay una foto más nítida donde salen los dos bien elegantes en la Universidad, sin embargo, no la tengo, y si la tuviera no la subiría porque después mi padre me pone una denuncia en la Fiscalía, así me dijo un día entre chanzas, dizque por violación a la intimidad dizque porque algunas se prestaban para la burla, pero recuerden que entre chiste y chiste se dicen las verdades, como lo dice Sigmund Freud en la teoría del chiste. Y también me dijo que lo tenía boleteado con tanta foto que subo de él, que a él no le gusta la vida pública, sobre todo como están las cosas ahora con tanto sicariato por las calles, y dizque porque los enemigos de uno pueden tomar represalias contra la familia, además que porque él es un medio huevo, así me dijo de sí mismo, no me lo estoy inventando yo, no obstante, en esta foto aparece él, pero no voy a decir cuál es para que no lo descubran, seguramente después de esto no me va a volver a querer hablar, porque después lo escribo también, porque dice que todo lo que se habla lo escribo, si así fuera tendría muchos libros más escritos de tanta verborrea, y si se arriesga a insultarme por esta foto y por lo que narro, seguramente será el mayor riesgo que se haya atrevido a correr en su vida, y si no le gusta ese es problema de él, quién le manda a tener un hijo como yo. Y yo no le dije nada porque cada vez que lo veo lo analizo, ya quiere vivir así, ya no hay nada que hacer.


Para terminar, alguna vez mi abuelo le preguntó a mi madre que cuándo iba yo a visitarlo, que se iba a morir y no me iba a ver nunca más, entonces fui y lo visité, se puso contento, se había dejado crecer la barba blanca como la de Rafael Núñez, idéntico, y ya estaba enfermo por una caída que lo terminó de joder, tenía yo quince años, me dio un sermón, pero un sermón en un tono diferente al tono que él usaba cuando yo era niño, y dentro de ese sermón como yo tenía el cabello largo y con trenzas, me hizo buscar en el diccionario una palabra: “Narcisismo.” Y me dijo que leyera la definición. Después me dijo con mucho cariño y afecto, no porque él observara que tener cabello largo y con trenzas fuera malo o vestir con ropas de colores y lujosas fuera malo, sino que, lo malo era caer en el error del narcisismo intelectualmente o cerebralmente convirtiéndome así en un tarado (tarado era otra palabra que él usaba con frecuencia), porque uno podía tener el cabello largo y con trenzas, pero nunca caer en el error del narcisismo, sino que ser coherente, porque es mejor tener la cabeza llena de sabiduría, que ser pretencioso por la hermosura física, porque eso de nada sirve si la cabeza está vacía. Bueno, esto es demasiado profundo para mucha gente actualmente absorbida por este sistema de pura fachada y poco contenido. Lo que hoy me maravilla es la sabiduría de mi abuelo, que no es de él solamente, sino que también le fue transmitida por sus ancestros de generación en generación, y eso es lo que debemos hacer todos nosotros con las generaciones que no lo aprendieron y con las generaciones que están y que vendrán, para hacer de este mundo un mejor entorno para la Paz, la vida, el amor. Mi abuelo me estaba formando, educando, ilustrando para algo, así como también lo hicieron otros familiares míos tanto paternos y maternos en otros sentidos y en sentidos también similares. Y al final de sus días, en su lecho, me dio la mano, y me dijo: “José, yo te quiero mucho.” Pasó un tiempo, y un mes antes de él morir, yo dejé todos los vicios de una manera dramática y drástica, pero también misteriosa.


Atentamente, El Escribidor de La Loma del Diamante.


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